Hay ciertos temas en el trabajo que se repiten una y otra vez. Se vuelven rutina, se afinan. A través de la repetición, uno adquiere experiencia, incluso maestría.
Otros en cambio, a pesar de la recurrencia, requieren un tratamiento de novedad, porque de lo contrario, corremos el riesgo de automatizar la empatía.
Para mí, uno de esos temas, es la desvinculación laboral, porque no solo he acompañado procesos desde recursos humanos, sino porque también he sido protagonista.
Parece un tabú, por el secretismo y confidencialidad con el que se trata, y también por el shock de recibir una noticia que paraliza lo que hasta ese momento constituía gran parte de tu identidad.
Ni los planes orquestados de comunicación garantizan un “mejor” procesamiento emocional de la noticia. Una decisión que no entiende de pandemias, duelos personales, esfuerzos, ni sueños de carrera.
Hoy comparto mis reflexiones personales, lo que aprendí cuando he pasado por procesos de salida involuntaria.
La noticia
No puedo negar que la primera vez fue impactante para mí, y a la vez estaba convencida de que era una decisión inapelable. Me enojé, me cuestioné, lo conté y lloré. Días después me puse a buscar una siguiente oportunidad, esas emociones me llevaron a la acción, no había otra opción.
Empecé a entender que la desvinculación laboral es una pérdida y te lleva por etapas similares a las de un duelo. No importa el motivo, si es racional o injusto.
Se desencadena la negación, la ira, la tristeza, y finalmente la aceptación, cuando “te das cuenta” de que debes cerrar ese capítulo para empezar otro.
Cuando vuelve a suceder y ya tienes experiencia, igualmente hay un proceso y genera una pena, eso no cambia. Pero te vuelves resiliente y traes recursos aprendidos en otras experiencias de pérdida, incluso de aquellas que fueron psiquícamente más complejas.
En este punto, creo que la vida te va preparando (o protegiendo) para lo que viene, así cada experiencia difícil o crisis, hace florecer nuevas capacidades y formas de afrontamiento.
Ese tiempo de transición, entre la noticia y la decisión de qué hacer, es una invitación a repensar temas relevantes, reconocerte más a fondo y de incluir en tu vida otros aspectos dejados de lado por la excusa del trabajo.
Cierre de un ciclo
Al principio cuesta entender ¿por qué yo? ¿qué me faltó? ¿qué debí haber hecho distinto? La autocrítica viene, entrelazada con mensajes de aliento externo.
Preguntas y referencias encerradas en el pasado, un pasado que ya no se puede cambiar. En ese espacio, se vuelve liberador y necesario conversar con una red de apoyo libre de juicios.
El impacto en la seguridad personal, en la autoestima se sienten. Y sumo a esto la preocupación por el qué dirán, qué van a pensar otros sobre la calidad profesional. Y no menos importante, la angustia económica.
He observado distintas estrategias de afrontamiento, hay quienes se activan de inmediato y retoman su red de contactos y postergan cualquier análisis. Ese no es mi caso. He preferido vivir las emociones, no almacenarlas, y hacerlo acompañada. Ordenar antes de entrar a conciencia en el plan de acción.
Hay una oportunidad para todos, en medio de la crisis.
El futuro es tuyo
Entre reestructuracciones, cambios en el perfil, evaluaciones de desempeño y otros motivos, cada organización puede decidir la salida de sus colaboradores, cuando la ley laboral se los permite. Esta es una evaluación constante, guiada por la válida ambición de tener un un mejor desempeño empresarial futuro.
Sin embargo, observo que muchas veces las organizaciones definen su futuro y uno delega su continuidad laboral a decisiones externas, dejándose en manos de los feedbacks o de la pernamencia de zonas de comodidad.
Una empresa no tiene la responsabilidad de gestionar tu vida laboral, es una tarea de autogestión, de hacerse cargo y definir hacia dónde ir, incluso cuando las cosas parecen ir bastante bien.
Ahora que realizo programas de empleabilidad, encuentro como factor común: quedarse pensando en los últimos feedbacks recibidos y en los juicios tomados de manera personal.
Hace poco leí un mensaje que me dejó pensando en eso:
“A veces también nosotros podemos ser víctimas del juicio de los demás, que intentan ponernos un vestido que no es nuestro. Y luego nos sentimos mal y no podemos salir de ello”. Papa León XIV.
Quedarse ahí es peligroso.
Los talentos siguen siendo tuyos, no te los brinda el rol o la pertenencia a una empresa. Requieren ubicar un espacio en el cual florecer, con aciertos y errores.
Acoger el proceso de cambio, aún con miedo y mirar hacia adelante es una elección.
Guilliana Tapia 🌱